Días transcurridos: 19
Kilómetros recorridos: 3.077
Nunca antes había estado en el
desierto. Sí, había ido a la Guajira, pero no es lo mismo. Allá la arena no es
tan blanca, ni las dunas tan grandes, ni existe esa horrible sensación de que
por kilómetros y kilómetros no hay absolutamente nada. En cambio aquí, en la
costa sur del Perú, entre Ica, Huacachina y Nazca, desierto es lo único que hay.
Desde que empezamos a planear el
viaje, Nazca había sido un paraje dudoso. Algunos decían que no valía la pena,
otros que era demasiado costoso y otros tantos que la visita sería algo
inolvidable. Como es normal, tomamos la decisión a última hora, intentamos
ahorrar unos soles y embarcamos un bus rumbo al desierto. La primera parada fue
en Huacachina, un oasis de verdad verdad ―como
en las películas― que quedaba
a medio camino entre Lima y las líneas. Íbamos a descansar un rato ―¿qué
más hace uno en un oasis sino es eso?―,
pero, en medio de la feliz improvisación, terminamos montados en un buggy que
recorría las dunas a toda velocidad e hicimos ―o
intentamos hacer―
algo de sandbord. Aunque no fue el Rally Dakar y nuestro sandbordeo dejó mucho
que desear, el detour fue muy emocionante y nos divertimos montones. Dormimos
felices y al día siguiente salimos hacia Nazca.
Para los futuros viajeros yo les
diré que sí, sí vale la pena, sí es algo costoso, pero definitivamente también
será inolvidable. Desde montarse en un pequeño aeroplano que se sacude como
loco –no es recomendable para personas temerosas o propensas al mareo―, hasta elucubrar hipótesis
sobre cómo carajos a alguien se le ocurrió hacer eso, sobrevolar Nazca
seguramente estará entre el top 10 de este viaje. Creo que jamás será lo mismo
ver las figuras de ninguna otra manera y apretarse el bolsillo es solo un
sacrificio justo y necesario. Con fortuna, nuestras finanzas aguantarán el
golpe y, en todo caso, el recuerdo del vuelo es una magnifica forma de olvidar
cualquier pena económica.
p.d. He recibido muy lindos mensajes de mis queridos lectores. A los que esperaba que leyeran y a los que han querido hacerlo, muchas gracias. Con la pena y desconfianza que siempre me ha dado escribir y, peor, que alguien lea lo que escribo, este blog ha sido un buen primer intento.
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