Kilómetros recorridos: 3.642
No sé
ustedes, pero yo jamás había visto a un presidente. Por cosas del destino, en
un pueblo llamado Chivay, perdido a más de tres mil metros de altura en el
Valle del Colca, me topé con el señor comandante don Ollanta Humala. La visita
fue sorpresiva y, más que ver al presidente, lo lindo fue ver a todo el pueblo
conmocionado, vestido con sus trajes típicos y practicando sus danzas
tradicionales. Pero, claro está, yo no estaba en Chivay para ver al susodicho
comandante. Iba camino al Cañón del Colca, uno de los más altos del mundo, en
el que, contaba la leyenda y los folletos turísticos, los cóndores iban a
alimentarse.
Antes de embarcarnos en la búsqueda del cóndor, habíamos parado en
Arequipa, una linda ciudad colonial de paredes blancas y rocosas. A causa de un
desafortunado tour por la campiña de Arequipa, no tuvimos tiempo de conocer la
ciudad como habríamos querido. Pero, a las carreras, algo alcanzamos a ver,
tomar y comer. A la mañana siguiente madrugamos entonces a ese tal Valle del
Colca que tanto prometía.
Tras un día de ver asombrosos volcanes, mascar coca como locos y hasta bailar con los serranos, pasamos la noche en Chivay. Al día siguiente salimos muy temprano al cañón para ver algo…. Luego de casi una hora de espera mis esperanzas de ver al cóndor se habían agotado y pensaba conformarme con el hermoso paisaje ―y sí que es hermoso―, las terrazas preincaicas y los enormes nevados que no dejaban de aparecer en el horizonte.
Pero, justo cuando empezábamos a caminar de vuelta al bus,
lo vimos. Ahí estaba, volando con sus alas impresionantes, tan cerca como jamás
lo había visto. Qué paz, qué silencio. Todos atónitos, mirándolo a unos metros
de nuestras cabezas en esos cortos segundos que nos dio de dicha. Me disculpará don Ollanta, pero, en este caso al menos, el
cóndor le ganó la partida.
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