Días transucurridos: 41
Kilómetros recorridos: 7.281
La fila de
inmigración era larga y el hambre de las primeras horas matutinas no se hacía
esperar. Estábamos en un puente entre Villazón (Bolivia) y La Quiaca (Argentina)
con los nervios vigilantes de un par de colombianos que cruzan la frontera sin
pasaporte. Por suerte, Argentina nos recibió con su bandera ondeante y unos
agentes migratorios demasiado amables ―teniendo en cuenta nuestras
experiencias previas―. De allí tomamos un bus a Humahuaca, Jujuy; primera
parada en este país del sur que en nada se parecía al paisaje boliviano que
habíamos dejado atrás.
Sí, los argentinos son más bonitos y su acento es encantador, pero su país
atraviesa una situación político-económica tan compleja como la de cualquiera
de los países andinos que hemos visitado y los dejos tercermundistas no vacilan
en aparecen de tarde en tarde; para conseguir un buen cambio por el dólar hay
que ir al mercado negro, en días feriados el pueblo entero sale a hacer paseo
de olla al campo y, en lugar de socializar con una cerveza, los locales te dan
un poco de su mate y se hacen tus amigos. Claro está que hay muchas otras
cosas que hacen de esta una cultura tan particular como cualquiera. Supongo que
en el recorrido ya iré descubriendo en qué radica esa particularidad. Por ahora, desde la provincia de Jujuy
y yendo poco a poco al sur, me despido mientras me regodeo en vino delicioso,
empanadas de carne y Fernet, mi nuevo coctel favorito.
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