miércoles, 13 de febrero de 2013

Uma

Días transcurridos: 31
Kilómetros recorridos: 5.236

Ezequiel vive en la Isla del Sol. Como podrán imaginarlo, el lugar es un pequeño santuario en medio del Titicaca ―¡no son íbamos a ir sin pasar por el Titicaca!― que hace siglos fue testigo del paso de los Incas y hoy es habitado por cerca de ciento cincuenta familias, entre ellas la de Ezequiel. A él lo conocí en el pequeño bote que diariamente viaja de Copacabana a la isla y allí, sentados mientras pasaba el tiempo, me contó algunas historias (en vista de que he perdido todos mis libros, oír historias es mi nuevo pasatiempo). 


Su comunidad se llama Umari ―uma en aymara significa agua― y todos allí viven principalmente del turismo que visita la isla. Lo bueno, contaba Ezequiel, es que, gracias a la Reforma Agraria promulgada en la constitución del 2009, las tierras de la isla pasaron a ser suyas, de sus habitantes. Así, los pocos blancos que se habían dedicado a explotar los terrenos por siglos fueron desalojados y el negocio del turismo pasó a manos de la comunidad. Para Ezequiel eso también explicaba la extraña actitud que yo había percibido en los locales. Su aparente apatía era, más bien, fruto de una incubada desconfianza hacia los blancos explotadores. 



Hasta ese momento Bolivia había sido un lugar extraño y difícil. Las palabras de Ezequiel no solo me ayudaron a entender un poco mejor algunas de las peculiaridades de este país, sino que, en medio de la facilidad y sinceridad con la que me habló, entendí la generosidad, una generosidad tal vez sutil e imperceptible, con la que, en últimas, los locales reciben a los extraños en sus tierras. En Bolivia la devoción pagana flota en el aire, las máscaras de carnaval son deslumbrantes para cualquier extranjero y el amor que sus habitantes le profesan a la hoja de coca puede parecer excesivo. Pero, son esas particularidades, esas miradas esquivas que poco parecen decir y poco parecen querer saber, las que terminan por hacer de este lugar un misterio tan encantador como los grandes centros turísticos que he visitado. 

Bolivia ha significado para mí un choque cultural mucho más complejo del que jamás imaginé que sería. Quizá con el pasar de los días lo pueda ir explicando mejor...







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