viernes, 8 de febrero de 2013

Iphu Para en Machu Picchu

Días transcurridos: 27
Kilómetros recorridos: 4.269

El plan era el siguiente: llegaríamos el sábado 2 de febrero a Cusco, el lunes en la mañana recorreríamos siete horas en bus hasta la carrilera del tren, de ahí caminaráamos dos horas y media hasta Aguas Calientes y el martes en la madrugada escalaríamos montaña para ver el amanecer en Machu Picchu. Las cosas más o menos transcurrieron así, aunque claro, no sin los tropiezos ocasionales.



Como decía, la primera parada fue en Cusco, una ciudad tan pintoresca como la promocionaron todos los peruanos del recorrido. La caminamos de arriba a abajo por dos días, entramos a muchos de sus museos y nos escabullimos en una que otra iglesia (las iglesias de Cusco cobran precios astronómicos por la entrada y la única forma de entrar gratis es engañando al guardia a la hora de misa). Lo que más me gustó, a pesar de las hordas de turistas y los inagotables vendedores ambulantes, fue esa curiosa mezcla arquitectónica que hace del Cusco un lugar tan particular; murallas incas sirven de base a preciosos palacios coloniales. Fue una linda ciudad, definitivamente una parada obligatoria al visitar Perú.



Pero Cusco era solo el principio y la tan renombrada "joya" turística del país nos esperaba. Contaba antes que la llegada a Machu Picchu sería para mí todo un reto físico. Por supuesto, yo no contaba con que, además, estaría diluviando durante la caminata, lo que hizo de los truculentos caminos incas toda una travesía. Al principio, estaba mas bien temerosa por no lograr subir y debo confesar que jamás pensé lograrlo en el tiempo estimado. Pero lo logré y la llegada fue victoriosa, aunque, para mi felicidad, Machu Picchu estaba absolutamente nublado.



El Machu Picchu de mi imaginación, ese que en fotos había visto misterioso e imponente, no era el lugar que estaba viendo. En cambio, llovía a cantaros y la neblina obstruía el paso. Pero, ¿qué íbamos a hacer? Los tiquetes a Wayna Picchu ya estaban pagos y no quedaba más que seguir subiendo. Arriba, en medio del sudor, el agua y la desesperanza, el panorama cambió. Por unos segundos, Inti se presentó y recompensó la escalada. Vi Machu Picchu y entendí el porqué del alboroto. 

Insisto, no conocí el Machu Picchu de las fotografías. No sé cómo se ve, ni qué impresión genera en los primerizos. Sin embargo, conocí otro lugar; uno más difícil de descubrir y entender. No malinterpreten mis comentarios, Machu Picchu fue increíble, creo que no por las razones por las que suele serlo para la mayoría, pero lo fue a mi manera. Después de todo, como dijo el guía, fue un lindo día de lluvia y, a fin de cuentas, el arduo camino y la sorpresa de no ver lo que esperaba serán también lindos recuerdos viajeros.  

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